Me presento:
Soy una estudiante de Magisterio de Educación Infantil que se encuentra en el tercer curso y se enfrenta al Práticum I. Este período de prácticas es de menor duración al Prácticum II que se hace en el cuarto y último curso.
Elegí esta carrera porque desde que me planteé mi futuro y lo que quería ser de mayor Magisterio siempre era la primera opción que me venía a la mente.
Desde pequeña me ha gustado el mundo de la enseñanza, tanto que casi todos mis juegos iban enfocados a ella: si estaba en casa, ponía a los peluches colocados como alumnos y les ponía libros y cuadernos (los cuales iban variando según íbamos cambiando de asignatura, por supuesto) y yo cogía un libro y una antena de radiocasete que hacía de apuntador y comenzaba mi tarea; si estaba con amigos, ellos eran los alumnos; y si estábamos jugando con muñecas, hacíamos que estaban en clase también. Vamos, que se iba notando la cosa...
Según iba creciendo y haciéndome mayor cambié el mundo del "juego simbólico" por el real dando clase por mi cuenta a hijos de conocidos. Ahí fue cuando de verdad verifiqué que quería dedicarme a la enseñanza. Me gustaba hacer fácil lo difícil, que una mente tozuda o en blanco se volviera brillante, demostrar a todo el mundo que si pones confianza en un niño y le tiendes una mano puede llegar a ser lo que él quiera, me gustaba ver como esas caras de frustración por no saber hacer algo se convertían en una sonrisa cuando les sale por primera vez. Eso ojos brillantes cuando te dicen que han aprobado y mi posterior alegría duplicada a las suyas. Sentir esa satisfacción de que gracias a ti han aprendido algo y que cuando se superan pensar que tu ayudaste en el camino. Reñirles y a la vez sentirte mal por dentro por hacerlo pero saber que es por su bien...
Por todas estas cosas, y seguramente más, hoy, mi vocación es esta.
Soy una estudiante de Magisterio de Educación Infantil que se encuentra en el tercer curso y se enfrenta al Práticum I. Este período de prácticas es de menor duración al Prácticum II que se hace en el cuarto y último curso.
Elegí esta carrera porque desde que me planteé mi futuro y lo que quería ser de mayor Magisterio siempre era la primera opción que me venía a la mente.
Desde pequeña me ha gustado el mundo de la enseñanza, tanto que casi todos mis juegos iban enfocados a ella: si estaba en casa, ponía a los peluches colocados como alumnos y les ponía libros y cuadernos (los cuales iban variando según íbamos cambiando de asignatura, por supuesto) y yo cogía un libro y una antena de radiocasete que hacía de apuntador y comenzaba mi tarea; si estaba con amigos, ellos eran los alumnos; y si estábamos jugando con muñecas, hacíamos que estaban en clase también. Vamos, que se iba notando la cosa...
Según iba creciendo y haciéndome mayor cambié el mundo del "juego simbólico" por el real dando clase por mi cuenta a hijos de conocidos. Ahí fue cuando de verdad verifiqué que quería dedicarme a la enseñanza. Me gustaba hacer fácil lo difícil, que una mente tozuda o en blanco se volviera brillante, demostrar a todo el mundo que si pones confianza en un niño y le tiendes una mano puede llegar a ser lo que él quiera, me gustaba ver como esas caras de frustración por no saber hacer algo se convertían en una sonrisa cuando les sale por primera vez. Eso ojos brillantes cuando te dicen que han aprobado y mi posterior alegría duplicada a las suyas. Sentir esa satisfacción de que gracias a ti han aprendido algo y que cuando se superan pensar que tu ayudaste en el camino. Reñirles y a la vez sentirte mal por dentro por hacerlo pero saber que es por su bien...
Por todas estas cosas, y seguramente más, hoy, mi vocación es esta.
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